T4E1 OCTUBRE 2023
Newsletter.
Tiempo de lectura: 17 minutos.
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SALIR DE LO INMEDIATO: ¿VOLVEMOS A LAS BASES?
En el año 2019, Papá Noel visitó nuestro país unos días antes. Aterrizó en Argentina un 20 de diciembre, y de su bolsa sacó una nueva ley: la “Ley n.° 27520 de Presupuestos Mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático Global”. Envuelta en una cajita con un moño rojo, esta ley llegó con el objetivo de generar las condiciones necesarias a nivel nacional para fomentar las acciones de mitigación y adaptación a lo largo de todo el país. Unos años después, en el 2022, el presidente Alberto Fernández presentó el “Plan Nacional de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático al 2030 ” (PNMyACC), que detalla los medios y acciones a llevar adelante para limitar las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y generar respuestas coordinadas de adaptación a los impactos del cambio climático en los territorios.
Pero, ¿por qué nos importa hablar de esto en la previa a las elecciones?
Nada fue regalado, todo nos puede ser quitado
Vale aclarar que nuestra metáfora no es del todo apropiada. Ni la ley ni el PNMyACC fueron regalos caídos del cielo. Ambos son el resultado de acciones entrelazadas de ciencia y movilización social. Por un lado, la investigación científica es contundente en relación a la veracidad del cambio climático y sus impactos, reales y potenciales, sobre las personas y la biosfera. Por otro lado, la ciudadanía organizada (juventudes, organizaciones civiles, asociaciones vecinales, etc.) viene reclamando desde hace varios años acciones consecuentes a la gravedad e importancia del problema.
Aunque el proceso podría haber sido más participativo, es importante reconocer que tanto la ley como el plan resultan de numerosas interacciones entre la política, la ciencia y la ciudadanía, y no debemos subestimar este aspecto. Esta legislación proporciona el marco legal esencial para guiar las acciones necesarias hasta el año 2030. Por lo tanto, comprender esta ley es fundamental para apropiarse de su contenido y utilizarla como respaldo jurídico para cualquier reclamo. En contraste, su desconocimiento facilita que futuras decisiones políticas la ignoren y releguen en el olvido, convirtiéndola en una más de las leyes que contribuyen al tigre de papel de la legislación ambiental.
Aclarado esto, vamos al núcleo de la cuestión ¿qué es la mitigación y adaptación? ¿Por qué es importante conocer estos conceptos? ¿Cómo estas acciones afectan nuestra vida diaria? Para no decir paparruchadas y poder participar de las conversaciones, tomemos el ejemplo del buen homero y entendamos estos conceptos.
En términos generales, las acciones de mitigación y adaptación buscan reducir las causas que generan el cambio climático y fortalecer la resiliencia de las comunidades expuestas a las consecuencias inminentes de este fenómeno, que ya estamos vivenciando en la actualidad. El plan consta de un total de 250 medidas que refieren, no sólo a cuestiones de mitigación y adaptación, sino también de pérdidas y daños (económicas o sociales, a las que se enfrenta un país, región o comunidad como consecuencia del cambio climático). En esta edición vamos a profundizar sobre el concepto de mitigación.
Hacia la descarbonización: Mitigación y más allá
El término “mitigación” hace referencia a aquellas acciones orientadas a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y a conservar y fomentar la creación de nuevos sumideros de carbono (ecosistemas que capturan CO2 mediante el proceso de la fotosíntesis) a fin de reducir los efectos del cambio climático. Según el último inventario de GEI de Argentina (2021), las emisiones anuales a nivel nacional son de 366 toneladas de CO2eq. Para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, Argentina se comprometió a no exceder las 349 toneladas de CO2eq para el año 2030.
Si quisiéramos delinear un recetario para la descarbonización de nuestro sistema energético, este incluiría la promoción de energías renovables, la electrificación de la demanda y el fomento de estrategias de ahorro y eficiencia energética
Cuando se habla de mitigación, se tiende a hacer foco en la transición energética debido a la enorme magnitud del cambio que ésta implica. Sin embargo, las medidas de mitigación van más allá y se pueden aplicar en múltiples sectores y escalas de tiempo. El científico Jonatan Foley las identifica como «cuatro olas de acción climática»:
- Victorias rápidas: enfocadas en detener prácticas dañinas, como la deforestación y emisiones de metano, y mejorar la eficiencia en el uso de recursos así como reducir el desperdicio de alimentos para disminuir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
- Nueva infraestructura: Para reducir las emisiones, es necesario reemplazar la infraestructura antigua con sistemas de baja emisión, lo cual llevará tiempo y grandes inversiones. Además, debemos electrificar edificios, vehículos y transformar las prácticas agrícolas hacia métodos de baja emisión, como las prácticas regenerativas.
- Aumentar sumideros naturales: crear sumideros de carbono naturales y proteger los existentes, como bosques y océanos, para absorber emisiones. También podemos sumar nuevos sumideros al restaurar ecosistemas y plantar árboles. Esto es un proceso gradual que se desarrolla durante décadas.
- Nuevas tecnologías: esta última ola de soluciones climáticas se enfoca en áreas difíciles de descarbonizar y en el desarrollo de nuevas tecnologías para eliminar carbono de la atmósfera. Requiere investigación y desarrollo enfocado, que podría dar resultados a largo plazo. Sin embargo, estas tecnologías deben ser consideradas como una estrategia final en la lucha contra el cambio climático y desarrolladas gradualmente mientras se aplican soluciones ya existentes en las próximas dos décadas.
Como vemos, estas medidas son como olas de diferentes tamaños, que implican procesos diversos en el tiempo, por lo que es necesario perseguirlas individualmente y en paralelo. El desafío está en poder aplicarlas de manera conjunta para generar el mayor impacto posible.
Sin la tecnología no se puede, pero solo con ella no alcanza
Reiteradamente, desde algunos sectores, se descansa en la idea de que las nuevas tecnologías, que en muchas ocasiones aún no existen o se encuentran en fase de desarrollo, son la solución definitiva frente al cambio climático. Esta perspectiva, a veces excesivamente optimista y en otras ocasiones, conveniente, nos conduce a la siguiente reflexión: la tecnología nos brinda herramientas para la mitigación, pero nunca es suficiente (2). Esto definitivamente no es un problema tecnológico, sino una falla sistémica a gran escala.
En otras palabras, nuestras sociedades se desarrollaron de una manera que nos mantiene atrapados en patrones de comportamientos energéticos altos en carbono. Esta situación se la conoce como “carbon lock-in” o dependencia del carbono, y está influenciada por factores tecnológicos, económicos, institucionales y de comportamiento que se refuerzan mutuamente y son incompatibles con un futuro bajo en carbono. Es un proceso por el cual las barreras sociales, políticas y técnicas se refuerzan entre sí, generando una inercia que impide la descarbonización y favorece el desarrollo de los combustibles fósiles.
Podemos identificar estas deficiencias sistémicas que nos atan a modelos poco sostenibles en la forma en que nuestras ciudades están distribuidas y construidas, careciendo de un diseño y una planificación adecuados. Las ciudades a menudo quedan atrapadas en un círculo vicioso de dinámicas tecnológicas, institucionales y de comportamiento que se refuerzan mutuamente, lo que dificulta su ruptura. Tomemos, por ejemplo, el ciclo de dependencia del automóvil: existe una marcada preferencia social y cultural por las opciones de movilidad individual, respaldada por infraestructuras viales y energéticas que fomentan esta elección (estaciones de servicio y estacionamientos por todos lados, constantes obras de ensanche y mejoras de vías de circulación particular), mientras que las alternativas de movilidad colectiva carecen de planificación y son estigmatizadas.
Simultáneamente, el crecimiento desmedido de las urbanizaciones, con viviendas dispersas y baja densidad, crea distancias cada vez mayores entre las áreas residenciales y las zonas de producción, comercio y servicios. Los patrones de zonificación y desarrollo urbano imponen obstáculos adicionales para la creación de opciones alternativas de movilidad. Como el Uroboros, nuestros ciclos de dependencia al carbono son una serpiente que se devora a sí misma.
La mitigación no es una opción, es un imperativo moral
El PNAyMCC, publicado un año atrás, es un paso en la línea correcta, aunque aún queda mucho trabajo por delante. Desde trabajar en las líneas de acción y los indicadores que permitan evaluar los progresos, hasta generar procesos realmente participativos. Por parte de las organizaciones socioambientales, la deuda continúa siendo interiorizarse respecto de las medidas de un plan que, lamentablemente, quedó un poco perdido frente a las problemáticas del día a día.
El cambio climático ya no es una mera creencia o una postura partidaria. Como bien destaca está publicación de Fundar, el mundo está adoptando políticas económicas que consideran el cambio climático y los efectos que ocasionan determinadas actividades. Esta realidad perdurará con independencia de nuestras opiniones. Además, si vamos más allá de lógicas sólo económicas, la crisis climática intensifica múltiples formas de vulnerabilidad preexistente, como la territorial, ecológica, biológica, social y cultural.
Según las Naciones Unidas, aproximadamente tres de cada cinco ciudades del mundo con al menos 500.000 habitantes enfrentan un alto riesgo de desastres naturales. En América Latina, una de cada cuatro personas que vive en áreas urbanas reside en la informalidad, lo que conlleva desigualdades en el acceso a servicios básicos, vivienda y oportunidades. El cambio climático agrega estresores que se potencian en los barrios ya vulnerables. Y esto tampoco es una cuestión de creencia, sino una realidad palpable. Negar o infravalorar el cambio climático es negar la acción necesaria por parte del estado para lidiar con estos problemas.
Los efectos del cambio climático aumentan cada vez más los riesgos e intensidad de las catástrofes, por lo que las intervenciones en los asentamientos deben ser cada vez más costosas y complejas para estar a la altura de superarlas, y en mucho de ellos ya es inviable aplicar medidas de remediación. La vulnerabilidad ecológica (o física) de un territorio en relación a su ubicación en un ecosistema, es la fuente inicial de estrés territorial. Esto, a su vez, conduce al aumento de barreras de integración social y urbana en los barrios. Factores como la ubicación, la calidad de la construcción o cambios en el microclima local y la expansión de la edificación en áreas propensas a deslizamientos y aluviones pueden exacerbar riesgos y aumentar el impacto de desastres.
Hacer esta conexión es realmente entender que lo ambiental está íntimamente entrelazado con lo social. En la próxima edición, nos vamos a enfocar en medidas de adaptación para hacer frente a los riesgo actuales y potenciales del cambio climático y en conocer qué beneficios trae aparejado respecto a la mitigación.
Fuentes:
(1) Inventario Nacional Gases de Efecto Invernadero
(2) Steinberger et al. (2019). Scientists’ warning on affluence.
(3) IPCC. (2022). Chapter 8: Urban systems and other settlements
(4) Banco Interamericano de Desarrollo (2021). Diseño Ecológico: Estrategias para la ciudad vulnerable
Naturaleza de nuestro corazón
«La civlización industrial es energívora, petrodependiente, vertiginosa, extractivista, homogeneizadora, generadora de residuos inabarcables y competitiva. La cultura capitalista ha construido una “normalidad” que se da de bruces con la realidad que sostiene la vida. La economía hegemónica es ecológicamente analfabeta y las subjetividades e imaginarios que promueve discurren divorciados de la realidad material del planeta»
Queremos usar esta sección del newsletter como una invitación tanto a relajar como a reflexionar. De la mano de diversos ensayos o producciones audiovisuales vamos a recordar las maravillas de la naturaleza o reflexionar sobre cuánto de todo eso estamos poniendo en riesgo por determinados modos de actuar o pensar a la biosfera como algo externo a nosotros, como si la viéramos “desde arriba y desde fuera”. En esta línea, les traemos una serie de recopilación de la antropóloga y escritora Yayo Herrero quien, a través de textos que hablan de la vida, tierra, aire, fuego y agua, explora nuestra relación con los elementos del mundo buscando desarrollar una pequeña guía de alfabetización ecológica.
Personalmente me gusto la idea de que nos encontramos en la época donde se hizo evidente el encontronazo entre lo geopolítico y lo geofísico, desmoronando la falsa distinción entre el orden de lo natural y el de los seres humanos.
Por último, como sabemos que son épocas de elecciones, y por lo tanto hay que tomar decisiones, también les dejamos un link a las entrevistas de la campaña #Yovotoambiente, de la cual formamos parte. Porque informarse es una de las mejores herramientas que tenemos para tomar mejores decisiones.
Llegamos al final.
Eso es todo por hoy. Esta entrega fue el resultado de un trabajo en equipo. Esperamos que lo hayas disfrutado, como nos pasó al hacerlo. La foto del final es un amable recordatorio de que llego la primavera, asi que aprovecha para pasar un ratito al aire libre. Sabemos que a veces la situación parece muy cuesta arriba y genera angustia, pero, como la mariposa de la imagen que persiste con gracia no importa cuan agotada y rota parezca, hay que seguir contrinbuyendo a mantener la vitalidad y belleza del mundo vivo
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