Biodiversidad: el soporte vital de la tierra

Ilustración: biodiversitystripes.info

Por Gonzalo Cemborain
Revisión: Paulina Fantini
Tiempo de lectura: 18 minutos.
Infusión sugerida: mate con hierbas y yuyos

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La ilustración que acompaña este artículo y el abanico es una representación visual de los cambios en la biodiversidad a lo largo de los últimos 50 años. El gráfico, realizado por el profesor Miles Richardson de la Universidad de Derby, en base a datos del informe Planeta Vivo de WWF, muestra el nivel más alto de biodiversidad coloreado de verde brillante. A medida que la biodiversidad disminuye, los colores van pasando desde el amarillo hasta los grises cuyas tonalidades más oscuras representan las mayores pérdidas. Los indicadores de biodiversidad muestran un descenso medio del 69 % en la abundancia poblacional relativa de especies animales de todo el planeta entre 1970 y 2018. Latinoamérica registra el mayor declive regional de la abundancia poblacional media (94%). Es decir, tanto el planeta como esta región se están volviendo más grises al haber menor diversidad de especies y de población dentro de una misma especie.

Los cambios de uso del suelo y el cambio climático se presentan como los principales responsables de la pérdida de diversidad biológica. Cada grado importa y acelera drásticamente la pérdida global. Estas pérdidas no nos son ajenas, impactan directamente en nuestra calidad de vida. Además, reducen la capacidad de los ecosistemas de otorgar servicios y recursos, aumentan el riesgo de enfermedades zoonóticas y limitan nuestras experiencias en la vida.

No solo nos debe importar la pérdida de biodiversidad debido a los beneficios que nos otorga, sino que también por el valor que posee en sí misma. Cada pérdida es un modo de percibir el mundo único que se extingue para siempre, la pérdida de biodiversidad es la pérdida de creatividad del planeta. ¿Ahora qué hacemos? Proteger y visitar parques y áreas protegidas, consumir responsablemente, educarnos y, principalmente, involucrarnos y difundir a tantos como podamos sobre la crisis ecológica y climática de la que somos parte del problema pero también la solución.

“Estoy cansado jefe”: La biodiversidad del planeta se derrumba

Unos 2500 millones de años atrás, en las profundidades del océano, surgió una diminuta especie que, sin darse cuenta, desencadenaría una revolución capaz de sacudir los cimientos del planeta: las llamamos cianobacterias. Estos seres microscópicos, estaban dotados de un superpoder: podían aprovechar la energía del sol, dejando a su paso un desecho, el oxígeno. Una simple alquimia que desencadenaría uno de los eventos más trascendentales y cataclísmicos en la historia de la Tierra, conocido como la Gran Oxigenación1. Este acontecimiento transformó la composición de nuestra atmósfera y permitió el surgimiento de la capa de ozono. El viejo orden caía, el reino de las arqueas se retrotraía y con ellas alrededor del 75 % de la vida en la tierra se borraba. Ahora las cianobacterias dominaban el mundo.

Estas bacterias microscópicas representan una de las dos únicas especies en toda la historia de la Tierra que han alterado de forma tan drástica el funcionamiento del planeta por cuenta propia. La segunda tardaría otros 2500 millones de años en hacer su aparición.

Volvemos a la actualidad, a un planeta que se colmó de una asombrosa diversidad de vida. La Tierra expresa su creatividad a través de aproximadamente 7.77 millones de especies animales, 298.000 variedades de plantas, 611.000 tipos de hongos, 36.400 especies de protozoos y 27.500 especies de cianobacterias y hongos. En conjunto, estas cifras ascienden a un total de 8.7 millones de especies eucariotas2. Aunque son sólo estimaciones, ya que aún no hemos logrado identificar y catalogar todas y cada una de las especies que componen la fascinante biosfera terrestre.

Sin embargo, hace muy poco tiempo, en términos geológicos, uno de esos modos de hablar de la Tierra comenzó a imponer su voz por sobre las demás. Hace unos 200-300 mil años atrás, una nueva especie de mamífero evolucionaba en algún lugar de África. Los miembros de esa especie, similares a los primates pero un poco más irresponsables, son los que ahora conocemos como Homo sapiens, es decir, nosotros. Su fortaleza no estaba en sus habilidades físicas sino más bien en su inteligencia y capacidad de adaptación a diferentes ambientes. La capacidad de esta especie de generar abstracciones, contar historias y planificar acciones de manera grupal le dio una ventaja enorme con respecto a otras. Esta suerte evolutiva fue la desgracia de muchas otras. 

A lo largo de miles de años, la llegada del Homo sapiens precipitaba la extinción de la megafauna en sus territorios3. Fue una «catástrofe ecológica» que, desde esa perspectiva, se desplegó como un lento y gradual telón de fondo, inadvertido por aquellos que la desencadenaron. Esta observación es muy importante: ni las primitivas cianobacterias que una vez oxigenaron la atmósfera terrestre, ni los primeros homínidos que poblaron el mundo, poseían la conciencia ni el conocimiento necesario para advertir las consecuencias de sus acciones.

La historia cambia o, mejor dicho, se acelera estrepitosamente, en los últimos siglos. De las diversas culturas y sociedades que el humano ha ido ensayando como modos de habitar la Tierra, la que ahora se expande por gran parte del planeta se sustenta en la explotación desmedida de la biósfera, generado un impacto destructivo que ha alcanzado a otras culturas humanas y sabidurías indígenas que podrían actuar de contrapeso en esta peligrosa tendencia de erradicar formas diferentes de saberes y vidas.

La era de la soledad

El giro histórico del que hablamos nos introduce en una nueva era de extinción masiva de biodiversidad4, la sexta. A diferencia de las 5 anteriores, donde formas complejas de vida desaparecieron por factores geológicos, químicos o eventos externos a la tierra5, la actual también se desencadena por procesos naturales, pero esta vez impulsados y potenciados por una sola especie que, desde hace al menos medio siglo, lo está haciendo de manera consciente de su impacto.

En la actualidad, las tasas de extinción de especies superan en cientos o incluso miles de veces las tasas «normales» que prevalecieron durante los últimos 10 millones de años6. El último informe de WWF, Planeta Vivo, muestra un descenso medio del 69% en la abundancia poblacional relativa de especies animales de todo el planeta entre 1970 y 2018. Latinoamérica registra el mayor declive regional de la abundancia poblacional media (94%). A nivel global, Se estima que un cuarto de las especies del mundo enfrentan un riesgo inminente de extinción, y muchas de ellas podrían desaparecer en las próximas décadas7.

El cambio en el uso del suelo continúa siendo la mayor amenaza para la naturaleza. Este fenómeno implica la destrucción o fragmentación de los hábitats naturales de numerosas especies, tanto terrestres como acuáticas. La deforestación, la contaminación, la caza furtiva y la introducción de especies exóticas invasoras son los otros grandes factores de pérdida de biodiversidad. Sin embargo, si no logramos limitar el calentamiento global a 1.5 °C, es muy probable que el cambio climático se convierta en la principal causa de la pérdida de biodiversidad en las próximas décadas.

La pérdida de biodiversidad es un fenómeno compuesto por múltiples causas. En la actualidad ninguno de los puntos más importantes de biodiversidad del mundo (hotspot8) está libre de los impactos, en diferentes grados, de las actividades humanas. El calentamiento global contribuye a empeorar esta situación al aumentar el riesgo de extinción de especies nativas y endémicas en cada escenario de calentamiento proyectado9. El aumento de las temperaturas ya está generando fenómenos altamente mortales y, lamentablemente, estamos presenciando las primeras extinciones de especies completas como consecuencia directa. Cada grado adicional de calentamiento pronostica un aumento en estas pérdidas y su impacto, tanto en la naturaleza como en las comunidades humanas que dependen de ella10.

Un resumen de los riesgos proyectados de extinción de especies a niveles de calentamiento global de <1,5°C, 1,5–2,0°C y >3°C en puntos críticos de biodiversidad terrestres y marinas (proporción de especies con riesgos de extinción entendidas como pérdidas de abundancia o distribución mayores al 80%. Fuente: IPCC. (2022). Figura PCC1.6 en base a datos de Manes et al. (2021)
Cambio climático y extinción: dos caras de la moneda del antropoceno

La relación entre la sexta extinción, el cambio climático y el Antropoceno es innegable. El Antropoceno es el concepto que utilizamos para referirnos a una nueva era geológica en la que la actividad humana es la principal fuerza que moldea la Tierra. Nuestras emisiones de gases de efecto invernadero están causando un aumento de la temperatura global, lo que a su vez afecta los patrones climáticos y los ecosistemas en todo el mundo. Estos cambios climáticos bruscos y la acidificación de los océanos están perturbando los hábitats de muchas especies, dejándolas al borde de la extinción.

Como ya mencionamos, las primeras extinciones debido al cambio en el clima están ocurriendo. De hecho estos cambios se han relacionado con la pérdida de poblaciones enteras de más de 1000 especies vegetales y animales11.  Los números suenan como abstracciones que fallan en sensibilizar sobre la gravedad del problema. ¿Somos realmente capaces de entender todo lo que implica la desaparición de una especie? Cuando se pierde una especie también lo hace una manera única de comunicarse que tiene la Tierra. Modos de vivir son desterrados para siempre. Cuando una especie desaparece la Tierra deja de poder hablar en su forma, se hace una laguna eterna en su memoria12

La Tierra dejó de hablar el idioma del roedor Melomys rubicola, declarado oficialmente extinto en 2016 después de una intensa indagación en el cayo Bramble de cinco hectáreas en la isla de Australia. Se trata de la primera extinción conocida de un mamífero directamente relacionada con el cambio climático 13. Este tipo de roedor ha desaparecido, pero ha quedado inmortalizado como una llamativa advertencia de que debemos actuar inmediatamente contra el cambio climático. Cada grado de calentamiento aumentará pérdidas como estas.

El calentamiento global está alterando las funciones fundamentales de los ecosistemas, activando procesos ecológicos que, con el tiempo, contribuyen a un aumento adicional del calentamiento. Este fenómeno se conoce como «retroalimentación climática positiva». Esta dinámica subraya la intrincada complejidad del sistema terrestre o, dicho de otra manera, nos da un poco amable, pero contundente, recordatorio de la complejidad de un sistema terrestre en el que las acciones y efectos, a menudo subestimados, terminan alcanzando lugares y especies (incluida la nuestra) que no habíamos considerado previamente.

Podemos pensar en el Antropoceno como una época en la que la relación entre los seres humanos y la Tierra se ha vuelto más interdependiente, aunque sería ingenuo pensar que esa interdependencia no existía. Lo que diferencia al Antropoceno de otras épocas es que ahora una especie está generando una influencia desequilibrante sobre todos los demás ciclos que rigen la vida del planeta. ¿Es el Antropoceno un término que nos pone en el banquillo de los acusados o solo una prueba más de nuestra soberbia? ¿A quién se le ocurre ponerle el nombre a un lugar en honor a quien lo destruye?

Dejamos, por ahora, esa pregunta para la reflexión y nos centramos en otra igual o más importante: ¿por qué debería preocuparnos la biodiversidad del mundo? La respuesta parece bastante intuitiva, pero exploraremos este tema desde dos perspectivas que suelen considerarse opuestas, aunque pueden complementarse: desde un enfoque claramente antropocentrista, es decir, para nuestra conveniencia como especie, y desde una visión más integral o biocéntrica.

La riqueza humana depende de la naturaleza

Estamos entrelazados a la biosfera, su bienestar es el nuestro. La afirmación puede parecer un cliché, pero su importancia es innegable. Nuestra economía, salud y alimentación están inextricablemente ligadas a la naturaleza y, en muchas ocasiones, nuestra felicidad también lo está. Somos animales, mamíferos profundamente arraigados en la red de la naturaleza, somos ecodependientes. Cualquier acción en su detrimento terminará, a veces después de mucho tiempo, por afectarnos directa o indirectamente. Esta es una realidad que incluso desde algunas perspectivas económicas comienza a ganar aceptación. La pérdida de naturaleza debe considerarse desde una perspectiva moral o ecológica, pero también en un sentido más amplio, teniendo en cuenta su vital importancia para nuestra economía, estabilidad social, bienestar, salud individual, y, especialmente, como una cuestión de justicia. Las poblaciones más vulnerables ya están sintiendo los efectos más perjudiciales de los daños ambientales

Con el tiempo, hemos desarrollado formas de medir, al menos hasta cierto punto, las contribuciones de la naturaleza a nuestro bienestar. Algunos pueden considerar que este modo de valorar la naturaleza es excesivamente antropocéntrico, limitado a lo que valoramos en función de nuestras necesidades. Sin embargo, podemos considerar esta valoración solo como una línea de base, a partir de la cual solo nos queda añadir más razones para defender la biodiversidad del mundo

La contribución de la naturaleza a las personas (CNP) se basa en el concepto de servicios ecosistémicos e incluye una gran variedad de descripciones de la dependencia humana hacia la naturaleza y los bienes que provee o regala, muchos en franco declive por la explotación insostenible. Fuente: WWF (2020). Informe Planeta Vivo 2020. Resumen
La vida del planeta tiene su propio valor intrínseco

«La historia de la vida en la Tierra ha sido una historia de interacción entre los seres vivos y su entorno»

Rachel carlson

El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD) destaca que la biodiversidad es: “el fruto de miles de millones de años de evolución, influida por procesos naturales y, cada vez más, por las actividades humanas. Forma la red de la vida, de la que somos parte integral y de la que dependemos tan profundamente (…) En cada ecosistema hay seres vivos, incluyendo a los seres humanos, que forman una comunidad donde interactúan mutuamente, así como con el aire, el agua y el suelo que los rodea”. En esta definición, se deja entrever el rol entrelazado que la diversidad de vidas del mundo tiene en mantener la integridad de los ecosistemas. Pero no llega a dejar clara la importancia de las mismas más allá de esta función, es decir, por su valor intrínseco.

Cada especie es un capítulo único en la historia evolutiva de nuestro planeta, con una historia, un papel ecológico y una belleza propia que desaparece. Esta manera que tiene cada especie de percibir el entorno con sus propias particularidades se lo conoce como Umwelt, término popularizado por el zoólogo balticogermano Jacob Von Uexkull. La traducción alemana sería entorno, pero Uexkull lo empleo específicamente para la parte de ese entorno que cada animal es capaz de experimentar14. Es el mundo que percibe, un modo de olerlo, de ver sus colores y oirlo.

Podríamos extender la noción de Umwelt a cada especie factible de percibir su entorno. Con sus desapariciones, esos Umwelten no volverán a expresarse nunca más, porque la extinción es un punto final. La comprensión de la extinción como pérdida de vidas, en lugar de simplemente fragmentos de ecosistemas, nos permite apreciar la profundidad de la tragedia que estamos presenciando, no para paralizarnos sino para reaccionar.

Y ahora ¿qué hacemos?… Márgenes de acción 

«Sin importar cuánto nos preocupe nuestra propia especie, la vida es un sistema mucho más amplio. La vida es una interdependencia increíblemente compleja de materia y energía entre millones de especies más allá (y dentro) de nuestra propia piel. Estos extraterrestres terrestres son nuestros parientes, nuestros ancestros y parte de nosotros. Ellos renuevan nuestra materia y nos proveen agua y alimento. Sin ‘el otro’, no sobrevivimos» Lynn Margulis

Hablar sobre interconexiones y la necesidad de elaborar una ética con capacidad de apreciar las vidas de cada especie no es una “hippeada” irrelevante. Si queremos frenar, o al menos disminuir, el ritmo de la pérdida de biodiversidad, debemos abordar los factores que originan el problema, y para eso, primero debemos acercar a las personas al problema.

La crisis ecológica y climática no se limita al oso polar quedando a la deriva en el Ártico; también incluye nuestro tacho de basura lleno de plástico y comida vencida, nuestras zapatillas traídas de la otra esquina del mundo y nuestra indiferencia frente a la pérdida de espacios verdes. Pero, si inevitablemente formamos parte del problema, entonces la educación y comunicación son parte de la solución, ya que, usadas de manera efectiva, son esenciales para promover políticas de conservación, formar ciudadanos informados, cambiar el comportamiento de las personas y obtener financiamiento.

Si lo pensamos con cuidado, ¿no será que la conservación se trata más de las personas y las decisiones que toman que de la biología?15 Por lo tanto, las estrategias de educación para la conservación deben ir más allá de simples campañas de concientización y colaborar con científicos y expertos en comportamiento para fomentar cambios concretos que beneficien los objetivos de la conservación de la biodiversidad. La teoría del comportamiento proambiental aboga por generar puntos de inflexión al acercar áreas naturales a la comunidad, utilizando estrategias de interpretación ambiental; es decir, aboga por cultivar una cultura biofílica.

Hasta ahora suena muy lindo, pero tenemos un problema, ¿cómo podemos cambiar creencias y valores y cultivar esta llamada cultura biofílica estando encerrados en junglas de cemento? Si la vida en las ciudades llevó a una desconexión del nexo biofílico con la naturaleza, ¿cómo generar puntos de inflexión que nos lleven a valorar y apreciar(nos) como parte de ella? Una respuesta posible es acercando tanta naturaleza como sea posible a la ciudad y protegiendo parques y reservas urbanas que juegan un rol fundamental. Esto nos lleva a explorar más a fondo el tema de áreas protegidas y renaturalización urbana

A restaurar que no se acaba el mundo: áreas protegidas y resalvajización

El ecosistema urbano condiciona social y culturalmente a las personas quienes, a su vez, reciben una educación descontextualizada de lo ambiental, generando una separación entre lo urbano, lo tecnológico y lo natural16. ¿Cómo recuperar ese nexo? Una posible respuesta es generando puntos de inflexión que promuevan la concientización respecto al cuidado de los valores naturales. Estos puntos de inflexión pueden ser creados al promover y acercar las áreas naturales protegidas a la comunidad en general, utilizando estrategias de interpretación ambiental que permitan a las personas valorar y comprender mejor la riqueza de los ambientes naturales.

Si vemos a las áreas protegidas (AP) como estrategias de conservación de la biodiversidad, podríamos definir que tanto su creación como manejo son una “acción ética” realizada a través de acuerdos colectivos posicionados a favor (pro) de defender (tegere) la existencia de espacios naturales delimitados, junto a sus ciclos ecológicos y biodiversidad, de acciones individuales, privadas y públicas que los pongan en riesgo. Esta es una definición que calza perfecto con las intenciones que toda AP debe tener pero que muchas no llegan a cumplir. 

En 2022, en el marco de la COP 15 de Biodiversidad, se firmo el Marco Global de Biodiversidad KunmmiMontreal que tiene entre sus metas (Meta 3) proteger un mínimo del 30% global de tierras y océanos para el 2030. Un objetivo sin dudas importante, pero es necesario destacar que la declaración legal de un área como AP o Reserva Natural no es en sí misma garantía alguna respecto de su posterior implementación y cuidado en terreno ni de la asignación de institucionalidad a la entidad creada17. Toda área natural protegida que, habiendo sido creada, no emprende ninguna trayectoria para alcanzar la finalidad con la que ha sido declarada, se denomina “reserva de papel.

Para tener áreas que realmente protejan y promuevan la biodiversidad es necesario que cuenten con objetivos de conservación enmarcados dentro de un Plan de Manejo. Además, es fundamental que se considere la conectividad ecológica. La conservación de la conectividad busca restaurar el movimiento de especies y el flujo de los procesos naturales para asegurar el movimiento de las especies, sin barreras, y el flujo de procesos naturales18. Hoy tan solo el 10 % de las áreas protegidas terrestres están conectadas y, a nivel global, dos de cada tres zonas cruciales de conectividad entre áreas protegidas carecen de protección19.

Una vez que tenemos AP con objetivos de conservación claros y conectadas, podemos pensar en atraer a la gente hacia la conservación para lograr todo tipo de apoyo (económico, político, cultural). Pero si lo que buscamos es lograr una mayor efectividad, es clave aumentar el número posible de interacciones de las personas con la naturaleza. Acá entra en juego el concepto de «resalvajización» o renaturalización urbana.

La renaturalización apunta a recuperar ciclos. Implica que, donde las personas se pongan de acuerdo, se permita reintroducir especies nativas, controlar especies invasoras dañinas, eliminar barreras y, principalmente, dejar que la naturaleza encuentre su camino. Al renaturalizar se busca permitir que las complejas arquitecturas naturales se recuperen

La restauración de los sistemas vivos es un medio más seguro, más barato y menos perjudicial que cualquiera de las alternativas tecnológicas. Nos permite lidiar a la vez con dos de nuestras crisis existenciales: el derrumbe climático y el derrumbe ecológico.20 Aunque lo más interesante de la renaturalización es que ofrece un discurso cautivador y estimulante, una “conservación optimista” que puede funcionar de contrapeso a los esfuerzos necesarios.

«Necesitamos formas de vivir que despierten ilusión, nos entusiasmen. Ver florecer la naturaleza a nuestro alrededor, sentirnos parte de ella y convivir con ella. Somos animales que vivimos rodeados de otros seres vivos«

Marta tafalla21

Otra de las ventajas es que se puede realizar a múltiples escalas. La renaturalización urbana funciona como un proyecto colectivo que nos da la posibilidad de acceder a una naturaleza abundante en las crecientes ciudades del mundo, algo que puede entregar alegrías y significado en nuestras vidas, algo que necesitamos más que nunca en nuestras vidas22

Hasta ahora vimos solo algunas estrategias para compensar la pérdida de biodiversidad. Pero ninguna funcionará si continuamos destruyendo ecosistemas naturales y emitiendo gases de efecto invernadero de manera descontrolada. Los cambios individuales no alcanzan, son solo la cara cotidiana de las acciones coordinadas necesarias. Sin embargo, los cambios no van a venir de las empresas ni gobiernos responsables, sino que serán resultado de demandas colectivas. La biodiversidad del mundo va a depender de las decisiones que las personas que viven en las ciudades tomen23. Debemos acercar a la población urbana a lugares que recuerden a los paisajes autóctonos y permitan una mayor conexión con el paisaje biocultural. Es necesario recordar esas conexiones para entender que la pérdida de biodiversidad no es un fenómeno abstracto.

En Planeta simbiótico, Margulis (1999) decía que: “No podemos acabar con la naturaleza: sólo representamos una amenaza para nosotros mismos (…) cacofonías y armonías continuaran mucho después de que nosotros nos hayamos ido”. Tal vez sea verdad, o tal vez, 20 años después de ese libro, pensaría distinto. La pregunta real sería, ¿a qué costo? ¿Cuántas especies vamos a silenciar en nuestro recorrido por la tierra? ¿Podemos encontrar otros modos de convivir que nos beneficien a todos? Estamos seguros que podemos. Hará falta esfuerzos y voluntades colectivas, pero tendrá sus beneficios. Cómo dice Monbiot, “Podemos sustituir nuestra primavera silenciosa con un verano estrepitoso”24

Por Gonzalo Cemborain
Revisión: Paulina Fantini

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Referencias

  1. Este evento está narrado en Rockstrom. (2021). Breaking Boundaries ↩︎
  2. Mora, C et al. (2011). How Many Species Are There on Earth and in the Ocean? ↩︎
  3. Aunque los estudios apuntan a que fue una combinacion de la caza y cambios en el clima. No se sabe con precision el nivel total del impacto de la caza pero no se duda de que fue un factor de importancia en la extinción de megaherbivoros y otra fauna. Koch, P. (2006). Late Quaternary Extinctions: State of the Debate; Gill, J. (2013). Ecological impacts of the late Quaternary megaherbivore extinctions ↩︎
  4. Una extinción masiva es un breve periodo de tiempo geológico en el que se extingue un alto porcentaje de la biodiversidad de distintas especies. ↩︎
  5. Los factores que se cree que provocaron las cinco extinciones masivas a lo largo de la historia de la Tierra son diversos y pueden incluir la disminución del nivel del mar, la disminución de los niveles de oxígeno, la actividad volcánica, el cambio climático, el impacto de un asteroide contra el planeta, la erupción volcánica, entre otros ↩︎
  6. Ceballos., Elrich., & Raven (2020). Vertebrates on the brink as indicators of biological annihilation and the sixth mass extinction ↩︎
  7. Díaz, S., et al. (2020). Summary for policymakers of the global assessment report on biodiversity and ecosystem services of the Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services ↩︎
  8. En base al IPCC, los hotspot son regiones excepcionalmente ricas en especies, ecológicamente únicas y en las cuales puede haber especies restringidas geográficamente solo a esa ubicación. Por lo tanto, son objetivos prioritarios de conservación ↩︎
  9. IPCC. (2022). Cross-Chapter Paper 1: Biodiversity Hotspots. In: Climate Change 2022: Impacts, Adaptation and Vulnerability (p.2125) ↩︎
  10. WWF. (2022) Informe Planeta vivo ↩︎
  11. WWF. (2022) Informe Planeta vivo 
    ↩︎
  12.  El concepto de que cada especie es un modo particular de hablar de la Tierra es del libro Niñapajaroglaciar de Mariana Matija ↩︎
  13. Fulton, G. R. (2017). The Bramble Cay melomys: The first mammalian extinction due to human-induced climate change ↩︎
  14. Ed Young. (2021). An inmense world ↩︎
  15. Marquez-Garcia & Jacobson, S. K. (2019) Educación y comunicación para la conservación y manejo de la biodiversidad. En Cerda, C., Silva-Rodríguez, E. & Briceño, C. (eds.) Naturaleza en Sociedad: Una mirada a la dimensión humana de la conservación de la biodiversidad.  ↩︎
  16. Richard, E. & Zapata, R. (2015). Reflexiones en torno a las reservas naturales urbanas como espacio de dialogo de saberes en la construcción de un ciudadano urbano critico ↩︎
  17. Schmidt. (2016). Política ambiental y ordenamiento del territorio
    en la cuenca Matanza-Riachuelo, el caso de la Laguna de Rocha
    . En Cartografias del conflicto ambiental en Argentina II; Gasparri, B. (2023). Las Areas Naturales Protegidas de la Provincia de Buenos Aires ↩︎
  18. WWF. (2022). Informe Planeta Vivo ↩︎
  19. Ward, M., Saura, S., Williams, B., Ramírez-Delgado, J. P., Arafeh-Dalmau, N., Allan, J. R., Venter, O.,Dubois, G. & Watson, J. E. M. (2020). Just ten percent of the global terrestrial protected area network is structurally connected via intact land ↩︎
  20. Gasparri, B. (2023). Las Areas Naturales Protegidas de la Provincia de Buenos Aires  ↩︎
  21. Marta Tafalla (2023). Filosofía para la crisis ecológica ↩︎
  22. George Monbiot (2022). Renaturalizar. En: El Libro del Clima. ↩︎
  23.  Dunn, R. (2007). The Pigeon Paradox: Dependence of Global Conservation on Urban Nature
    ↩︎
  24. En el Libro del Clima. (2022). p.351. Primavera silenciosa hace honor al titulo pionero del ambientalismo obra de Rachel Carlson ↩︎

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