Por Juan I. Arroyo
El problema que enfrenta la sociedad moderna es similar al de un agente de la bolsa de valores de Wall Street que acaba de tener un infarto. Su trabajo y su estilo de vida lo llevan a consumir sustancias nocivas en exceso. Nuestro agente se llama Sr. Progreso y su médica de cabecera es la Dra. Ciencia. Vamos a acompañar al agente por su recorrido por los distintos consultorios médicos para comprender todos los diagnósticos y prescripciones que le van a realizar.
“El cuento del clima” es una trilogía que recorre las principales discusiones sobre el cambio climático. La “Parte I: Tenemos un problema, Houston” se dedica a recorrer distintas posturas respecto a las causas del problema. Una vez detectada la causa principal, la “Parte II: Somos lo que comemos” se dedica a explicar de qué estamos hablando cuando hablamos de energía. Hay demasiados mitos al respecto y es necesario sentar ciertas bases. Finalmente, quedan las puertas abiertas para que en la “Parte III: Demasiadas solu-confusiones” podamos recorrer los debates sobre las principales propuestas para resolver el problema. Espero que te entretengas, que aprendas y que entiendas que el final de esta historia está abierto y lo podemos escribir si nos involucramos.”
El cuento del clima: PARTE III
Índice
PARTE I: Tenemos un problema, Houston
1. Un error fatal
2. Es la energía, estúpido
PARTE II: Somos lo que comemos
3. Somos lo que comemos
4. Un cambio de dieta
PARTE III: Demasiadas solu-confusiones
5. Demasiadas solu-confusiones
En la parte I realizamos un diagnóstico de la principal causa del cambio climático y la parte II se dedicó a explicar la importancia del sector energético. Ahora que ya sabemos cuál es el problema, ¿cómo lo solucionamos?
Luego de visitar una decena de médicos distintos, nuestro amigo está al borde de la desesperación. El problema es que cada médico le dio una prescripción distinta. Lo que lo desespera no es la falta de ideas, sino todo lo contrario, la abundancia de ellas. Algunas, incluso, asustan. Si no me crees, te invito a ver algunas de las discusiones actuales.
Hay cientos de especialistas dedicados a estudiar intervenciones técnicas a gran escala en el sistema climático para contrarrestar el calentamiento generado por la acumulación creciente de gases de efecto invernadero (GEI). Estas propuestas se encuentran dentro de la rama de la “geoingeniería”.
Personalmente, destaco algunas de las que más me llamaron la atención:
- Colocar escudos gigantes en el espacio para reducir la radiación solar entrante.
- Introducir aerosoles de sulfato en la atmósfera para que se produzcan nubes blancas, con el objetivo similar de bloquear la radiación solar.
- Nutrir al océano con hierro para incentivar el crecimiento de plancton y capturar más dióxido de carbono.
Parece ciencia ficción, pero en la actualidad hay universidades y equipos de investigación que están invirtiendo en estudiar este tipo de desarrollos y muchos ya están preparados para tomar acción. Intervenciones a gran escala en el sistema climático podrían tener consecuencias inintencionadas a gran escala. No es muy sabio de nuestra parte introducir nuevos efectos que no entendemos al 100% para cancelar otro efecto que tampoco logramos entender completamente, incluso luego de décadas de estudio. Hacer dos cosas tontas raramente da un resultado inteligente (Richter, 2010).
En busca de opiniones más sensatas y realizables, nuestro amigo seguía visitando consultorios y escuchando a distintos médicos. Le sorprendía el desacuerdo existente entre distintos especialistas. Él creía que lo más difícil fue haber hecho el diagnóstico correcto de su enfermedad, pero que una vez realizado, encontrar la cura sería sencillo.
Las discusiones más acaloradas entre especialistas se daban alrededor de tópicos como el uso de la energía nuclear. Mientras que un grupo le sugirió que la energía nuclear debía ser un componente imprescindible en su dieta, el otro reaccionó despavorido ante dicha sugerencia y la advirtió sobre los alarmantes riesgos que corría su seguridad si les hacía caso.
Prueben con googlear “energía nuclear y cambio climático” y van a ver de lo que hablo. Se van a encontrar con cientos de artículos académicos y de opinión de expertos de todo el mundo tanto a favor como en contra. Probé con hacer ese mismo ejercicio por mi cuenta, y estas son algunas de las cosas con las que me encontré:
Los días de nuestro amigo eran una montaña rusa de sentimientos que iban desde el optimismo de creer que se podría curar hasta el pesimismo de entender que ya no podría evitar su destino fatal.
Su mejor día fue luego de visitar a Jacobson y Delucchi, unos doctores muy optimistas que le dijeron que se quedara tranquilo, que era posible basar su dieta al 100% en energías renovables en unos pocos años.
Su alegría no duró demasiado. Al día siguiente salió llorando del consultorio del Dr. Vaclav Smil. Usando la misma analogía que había usado la Dra. Ciencia en la Parte II, le explicó lo siguiente:
“Así como un deportista de alto rendimiento no puede vivir a base de ensaladas, tú tampoco puedes desempeñarte como lo haces sin lo que consumes. Si el deportista quiere cambiar su dieta, debe también cambiar tu estilo de vida y dejar de lado la alta competencia. No se puede cambiar una cosa sin cambiar la otra. Lo mismo aplica para tu caso. Tales cambios no ocurren de un día para el otro, el proceso es lento y gradual».
En su libro, Energy Myths and Realities: Bringing Science to the Energy Policy Debate, el Dr. Smil escribe:
“Los sistemas energéticos son las infraestructuras a gran escala más complejas e intensivas en capital de la sociedad moderna. La evidencia histórica muestra que son altamente inerciales y que nuestra determinación puede acelerar su cambio pero no alterar fundamentalmente la naturaleza gradual de su evolución. Esto quiere decir que los planes del estilo de «alimentar al mundo con energías renovables en una o dos décadas» no son más que recomendaciones frívolas sin ninguna chance de ser realizables.
Lo que se necesita es una prescripción realista que combine una disminución del consumo energético, mejoras en la eficiencia de los sistemas de conversión y una gradual introducción de nuevas formas de aprovechamiento y uso de todas las fuentes de energía no fósiles.Un ejemplo de la monstruosa infraestructura que queremos reemplazar es que la industria global del petróleo maneja alrededor de 30 mil millones de barriles anuales, o 4 mil millones de toneladas de líquidos y gases. Extrae combustible en más de 100 países con más de 480.000 kilómetros de tuberías. Aún cuando haya una alternativa disponible, dejar de lado toda esta infraestructura colosal que llevó un siglo construir equivaldría a descartar una inversión de unos 5 trillones de dólares (un 5 con tantos ceros atrás que no logro entender la dimensión: 5.000.000.000.000). Es obvio que el resultado en términos de provisión de energía no puede ser replicado en una o dos décadas.
Smil, 2010.
Todas las transiciones energéticas tienen una cosa en común: son asuntos prolongados que llevan décadas para cumplirse, y cuanto mayor sea la escala de los usos de las fuentes de energía y los métodos de conversión, más largas son.
Por un lado, están quienes creen que es posible desacoplar el crecimiento económico de la demanda de energía y de las emisiones de carbono. Es decir, crecer consumiendo menos energía y más limpia. El foco está puesto en la eficiencia energética y la innovación tecnológica. Por otro lado, están quienes creen que el crecimiento económico sin límites no es sustentable en sí mismo dados los recursos y capacidades del planeta. Vamos a dedicar capítulos enteros a profundizar este tópico específicamente.
Personalmente, soy un poco escéptico a confiar que la solución a la crisis esté sólo en las energías renovables y la innovación tecnológica. Creo que relajarnos en ello conlleva el peligro de creer que no debemos modificar nada más, que podemos seguir con nuestro actual sistema, pero con energías limpias. La degradación ambiental se manifiesta como un síntoma de una crisis de civilización, marcada por el modelo de modernidad regido bajo el predominio del desarrollo de la razón tecnológica por encima de la organización de la naturaleza (Leff, 1998). El cambio climático es una de las tantas consecuencias de un modelo productivo y de consumo que subordina la ecología al crecimiento productivo. No es algo que se solucione simplemente con energías limpias.
El punto es que si no entendemos al cambio climático como consecuencia de algo más general, vamos a fallar en nuestros intentos por resolverlo. Es cierto que el cambio climático es la consecuencia más evidente y urgente que tenemos que atacar, sí, pero entendiendo que es eso: una consecuencia de una enfermedad sistémica mayor.
Un punto no menor de la discusión tecnológica, es que todo sistema energético implica una solución de compromiso. Esto es, generar energía, por más limpia que parezca, genera impactos que comprometen al ambiente. Por ejemplo, la energía eólica a gran escala puede alterar las corrientes de viento y con ello modificar patrones climáticos. Según Vaclav Smil, “no sabemos la proporción máxima de circulación atmosférica que podemos convertir a electricidad sin cambiar el clima”. Este tópico lo trato con más detalle en mi publicación: El ejemplo NO puede ser Dinamarca.
“Cualquier actividad humana genera los llamados “impactos antropogénicos”. Muchos de ellos son extremadamente positivos y otros generan inconvenientes gigantescos. Lo cierto es que ninguna actividad humana es ambientalmente neutral. Como siempre, los humanos tenemos que desarrollar tecnologías que arreglen los problemas ambientales causados por nuestras invenciones previas. Muchas veces las últimas “soluciones” que inicialmente abrazamos como nuestra salvación crean todavía más daño. Esto nos mantiene ocupados teniendo que resolver contínuamente una serie de problemas autoinflingidos. A menos que se haga una evaluación completa de todos los costos (incluyendo los ambientales) y beneficios, lo mejor es no confiar en nadie que glorifique una tecnología que no haya sido completamente analizada.”
Masili, 2018
La desesperante realidad es que en un contexto donde no queda tiempo para equivocarnos y tenemos que actuar ya mismo, los doctores no se ponen de acuerdo en las recomendaciones. Mientras el Señor Progreso está en un estado de salud alarmante, algunos le recomiendan seguir con su estilo de vida actual y su dieta a base de combustibles fósiles pero utilizando una tecnología que captura y secuestra el carbono que producen (CCS). Otros le dicen que esa idea es muy costosa y poco escalable. Tampoco hay consenso sobre la inclusión de los biocombustibles en el transporte: algunos entusiastas los impulsan como reemplazo del petróleo, mientras que otros alertan sobre los numerosos efectos secundarios que podría ocasionar el consumo de tal alimento en gran cantidad sobre la erosión de suelos, la extensión de monocultivos y el precio de los alimentos.
Nuestro amigo está empezando a sospechar que pueden haber intereses económicos detrás de cada prescripción. Cree que hay médicos que tienen convenios con ciertos proveedores y otros que se enamoran de la solución y se olvidaron que el objetivo era curarlo. También cree que hay algunos que directamente no están capacitados para ejercer, ya que se oponen a la minería mientras que al mismo tiempo promueven los paneles solares y los autos eléctricos. – ¿Nunca se preguntaron de dónde salen los minerales con los que se hacen las células fotovoltaicas y las baterías de litio? – se pregunta, confundido.
Camino a su casa, se acuerda de una frase que leyó en una carta de Einstein hacia Freud sobre la guerra:
“Pienso especialmente en este pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que una ocasión para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal”.
¿Por qué la guerra? Correspondencia entre Einstein y Freud, 1932.
Se ríe al pensar que la frase sería válida para su situación si reemplaza “guerra” por “cambio climático” y “armamentos” por cualquier tecnología que le quieran vender. Para sumar a su confusión, a la salida de varios consultorios se encontraba con panfletos como estos:
Lo más curioso es que uno de los cruces más candentes sobre la energía nuclear se da entre Greenpeace y su ex-presidente de Canadá, Patrick Moore. Luego de abandonar su cargo en Greenpeace, Moore criticó al movimiento ambientalista por “haber abandonado la ciencia y la lógica en favor del sensacionalismo”. De acuerdo a Greenpeace, Moore es un “lobbista pago por las industrias nuclear, maderera y de ingeniería genética”.
¿Cómo puede ser que haya tanto desacuerdo sobre un tema tan importante, incluso entre científicos y expertos en la materia? Este desacuerdo tiene implicancias grandísimas. Claramente, no es posible conciliar posiciones tan opuestas, y la decisión que tomemos hoy con respecto al uso de energía nuclear tendrá consecuencias muy distintas en el futuro. Estos tópicos van a ser abordados en próximos capítulos.
La realidad es que una dieta sana debe ser diversa y balanceada. No existen las soluciones únicas ni mágicas. En la actualidad no hay ninguna fuente de energía que por sí sola pueda abastecer el elevado consumo que tiene la sociedad.
No se trata simplemente de “oponerse” o de “abrazar” distintas soluciones, sino de entender sus impactos y limitaciones, bajo qué contextos sirven y en cuáles no, hasta qué punto pueden contribuir y a partir de qué punto pueden convertirse en nuevos problemas. Voy a intentar que reemplacemos el “sí” y el “no” por el “depende”, entendiendo de qué depende cada cosa.
Se trata de entender los factores que hacen la diferencia para poder priorizar opciones y planear un ranking de soluciones con seriedad, dependiendo del contexto y de las capacidades de cada país. Si la humanidad va a destinar recursos para definir su rumbo, debemos asegurarnos que los estamos destinando correctamente.
Este ranking de soluciones forma parte principalmente de la discusión tecnológica. Estos debates deben ser complementados de una discusión sistémica que plantee la posible sustentabilidad del capitalismo como un sistema que tiene el inescapable impulso hacia el crecimiento, pero que es incapaz de detener la degradación entrópica que genera (O’ Connor, 1994). Dicho de otra manera, debemos discutir hacia dónde vamos para poder ver cómo hacerlo. Voy a abordar estos tópicos en la segunda parte de mis textos.
El problema es la urgencia que requieren nuestros actos y la falta de consenso sobre qué hacer. Mientras existe consenso de que el cambio de dieta no sólo es necesario sino también inevitable, no está claro si alcanza el tiempo para depender sólo de esto.
“El desafío es a la vez demasiado lento y demasiado rápido: lento para generar los cambios políticos y sociales adecuados, y rápido porque el punto de no retorno -hacia un futuro distópico- está a la vuelta de la esquina”
Sebastián Campanario, 2020.
¿FIN?
Referencias
Campanario, S., (2020), Default ambiental: ¿Los economistas corren de muy atrás al cambio climático?, Argentina: Diario La Nación.
Einstein, A., (1932), ¿Por qué la guerra? Correspondencia entre Einstein y Freud.
Foley, J., (2020), The Three Most Important Graphs about Climate Change
Harari, Y. N., (2014), Sapiens. A Brief History of Humankind, London, England: Vintage.
Harrabin, R., (2019), Climate change: is Nuclear Power the answer?
Herrera, A. O, Scolnick H.,Chichilnisky, G., Gallopin, G., Hardoy J., Mosovich D., Oteiza E., Lamarque de Romero Brest, G., Suárez, C., Talavera L, (2004), ¿Catástrofe o Nueva Sociedad? Modelo Mundial Latinoamericano. 30 años después, Segunda Edición.
IPCC, (2014), AR5 Climate Change 2014: Mitigation of Climate Change. Published online at ipcc.ch.
Jacobson, M., Z., Delucchi, M., A., (2009), A Plan to Power 100 Percent of the Planet with Renewables.
Janoska, P., (2019), Energy Transitions Indicators: tracking energy transitions. Published online at iea.org.
Leff, E., (1998), Saber Ambiental: sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. México: siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
MacKay, D., (2009), Sustainable Energy: without the hot air, United Kingdom: UIT Cambridge.
Richter, B., (2010), Beyond Smoke and Mirrors: Climate Change and Energy for the 21th century.
Rigg, K., (2019), Nuclear is not the answer. Published online at beforetheflood.com.
Ritchie, H., Roser, M., (2020), CO₂ and Greenhouse Gas Emissions.
Robbie Andrew, (2019, Figures from the Global Carbon Budget.
Smil, V, (2010), Energy Transitions: history, requirements, prospects, California, United States of America: Praeger.
Smil, V., (2010), Energy Myths and Realities: Bringing Science to the Energy Policy Debate, Washington D.C, United States of America: Rowman & Littlefield Publishing Group.
Smil, V., (2014), A Global Transition to Renewable Energy Will Take Many Decades: Scientific American.
¿Cómo seguimos ahora?
Esta será la primera de una serie de publicaciones que profundizará cada uno de los tópicos introducidos en capítulos específicos. Quiero invitarte a que recorramos un camino de aprendizaje en conjunto. En la primera parte del contenido vamos a analizar en profundidad el sector energético. Vamos a debatir sobre las discusiones tecnológicas del problema. Voy a usar los libros de Smil, Richter y MacKay que compartí en la sección Libros, que serán apoyados con reportes del IPCC y artículos con información reciente que compartimos en la sección de Bibliografía.
Esta discusión tecnológica deberá complementarse con una segunda parte que aborde aspectos de filosofía, ecología política, ambientalismo, geopolítica, economía y demás. Debemos discutir hacia dónde vamos para entender cuál es la mejor forma de hacerlo. Voy a apoyarme en distintos pensadores de todo el mundo, pero en particular de Latinoamérica.
En el camino te va a pasar como a mí: vamos a ir en una montaña rusa que lentamente te hará subir hacia la cima donde reina el optimismo de pensar que encontramos una solución posible. Luego vamos a bajar abruptamente hacia el desánimo que genera entender que no hay recetas mágicas y que cada solución tiene sus impactos colaterales. El resultado, espero, es que te convenzas de que la humanidad necesita que nos involucremos. La complejidad del asunto es lo que para mí lo convierte en algo tan apasionante, hasta adictivo.
Como regla general, te recomiendo que desconfíes de un economista. Por eso, mi contenido se complementa con las líneas que van a generar tanto Nadia Testani, estudiante de Ciencias de la Atmósfera, como Ana Kiernicki, estudiante de Biología. Vamos a formar una red de textos que se complementarán entre sí. Además, vamos a tener estas mismas discusiones en nuestro podcast mano a mano con los especialistas.
Al final del viaje, el objetivo es que podamos discutir con realismo hacia dónde deben ir los rumbos del mundo, los cuales no están definidos y podemos modificar si nos involucramos. Plantear debates realistas es el primer paso para adoptar soluciones realistas.
Una vez que despertamos, no hay vuelta atrás. Ya no podemos ser indiferentes cuando entendimos la gravedad del problema. El final de este cuento está en nuestras manos.
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